Los disturbios de la ignorancia / Nuestro desinterés por el futuro del planeta es suicida
Nuestro desinterés por el futuro del planeta es suicida y revela una ignorancia absoluta sobre las alertas de la ciencia
El calor sofocante de los últimos días, seguido de fuertes lluvias y temporales, es la cicatriz visible del horror del cambio climático. Buena parte del área metropolitana de São Paulo se inundó, cerros se deslizaron sobre sí y mataron a decenas de personas, calles se convirtieron en ríos, pero nos limitamos a lamentarnos o a sorprendernos, como si el quejumbro curara el mal que cada uno de nosotros ayuda a formar en el día a día.
Las marcas profundas de los cambios climáticos están ahí, agravadas por el pauperismo de las poblaciones suburbanas, pero insistimos en ignorar las causas profundas de la brutalidad. Tal vez la pandemia haya ocupado todo nuestro razonamiento, no dejándonos siquiera una grieta para entender que estamos exterminando la vida en el planeta. Aquí no hay alarmismo ni exageración. En la ciencia, hay consenso sobre el peligro de la crisis climática y la devastación que provoca gradualmente en la agricultura, al alterar los períodos de siembra y cosecha, llevando a la caída en la producción de alimentos. ¡Y el fantasma del hambre ronda el planeta!
El calentamiento global, con inviernos cada vez menos fríos, derriba glaciares en el Ártico y en la Antártida, elevando el volumen de los mares y estrechando nuestras playas de veraneo. En puntos del litoral paulista y en Santa Catarina, la situación ya es visible a ojo desnudo, pero optamos por la falsa "solución" de construir vertederos.
En la Amazonia, donde antes llovía todos los días al final de las tardes, ahora ya hubo sequía. En el otro rincón del mundo, en la gélida Siberia hace calor en pleno invierno.
Pero, si de un lado la ciencia tiene consenso sobre el peligro, de otro, en el área político-gubernamental en Brasil seguimos desconociendo la amenaza. Ignoramos el horror, haciendo de cuenta que el problema no existe o que es invención. En el actual gobierno de Jair Bolsonaro, el desprecio por el medio ambiente se ha agravado, pero el desconocimiento del peligro es bien anterior y atraviesa diferentes administraciones federales.

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Las marcas profundas del cambio climático están ahí
Tanto es así que, en las elecciones de 2018, el medio ambiente y los cambios en el clima jamás fueron tema de debate entre los candidatos. En ningún nivel, ninguno de ellos ha mencionado siquiera la existencia del peligro y lo que representa para el conjunto de la humanidad. Ahora, a nueve meses de las elecciones de este 2022, ninguno de los precandidatos se interesó por el tema.
Seguimos aferrados a anticuadas visiones, contaminando nuestras ciudades con el monóxido de carbono de los automóviles, desinteresados en desarrollar motores eléctricos. Dominamos la tecnología sin interés en implementarla, sin embargo.
Es extraño e incomprensible ese desdén sobre el peligro de los cambios del clima que, en mayor o menor grado, se ha apoderado de cada uno de nosotros.
En el caso de Brasil, hasta la riqueza de la región amazónica pasó a empobrecernos, transformándose en "un problema". La deforestación crece, los ríos están absurdamente contaminados con mercurio en la extracción de oro. De esta forma - al agredir la naturaleza -nos transformamos en sirvientes de la crisis del clima.
Uno de nuestros defectos en Brasil es hacer todo de forma simulada, sin ir al fondo de los problemas y, así, vistiendo al diablo con ropa de ángel. En la reciente cumbre sobre el clima en Glasgow, Bolsonaro no compareció y el ministro de Medio Ambiente habló sobre la "normalidad" de un "paraíso" inexistente. De hecho, mintió, como si la mentira curara el problema.
En los Estados Unidos (que siempre usamos como paradigma), los desajustes del gobierno de Trump fueron tan abiertos que llegaron al absurdo de retirar a la nación más rica del planeta del Acuerdo de París, que estableció compromisos sobre el clima. La crisis climática fue uno de los puntos de la campaña electoral de Joe Biden, que triunfó prometiendo reingresar en el acuerdo.
Empoderado, Biden creó un ministerio extraordinario para tratar directamente del clima y lo entregó a John Kerry, que fuera uno de los coordinadores del Acuerdo de París, años antes.
Allá en Estados Unidos, la iniciativa de Biden busca ir a las causas del mayor problema del siglo. Aquí, simulamos que no existen causas profundas, desconociendo que la propia ciencia indicó que deberíamos llegar a 2030 con "cero carbono". El plazo se extendió a 2050, 20 años más y, para ser cumplido y salvar la vida en el planeta, exige un cambio comportamental en el obsceno derroche de la sociedad de consumo.
Nuestro desinterés por el futuro del planeta es suicida. Más que nada, sin embargo, revela una ignorancia absoluta sobre las alertas de la ciencia o incluso del sentido común. Es como guardar un termo en el refrigerador para "conservar el calor".
Las advertencias y las alertas no parten solo de la ciencia, sino también del Papa Francisco al advertir que es criminal y obsceno destruir la obra divina de la naturaleza en nombre de la codicia de un capitalismo depredador, alucinado por lucro fácil.
Todo esto está en los deslizamientos de los cerros en la Gran São Paulo, en las inundaciones que llevaron todo de poblaciones empobrecidas y que, ahora, llegan al extremo de la miseria, debido al disturbio de ignorar la naturaleza.
Flávio Tavares es periodista y escritor. Colaborador de Diálogos del Sur
Tradución / João Baptista Pimentel Neto
Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente la opinión de Diálogos del Sur
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