"La tendencia de la balanza geopolítica mundial es inclinarse hacia el lado asiático"
La embajadora Thereza Quintella analiza el cuadro geiopolítico resultante de la guerra en Ucrania
La embajadora Thereza Quintella es uno de los mejores cuadros de la buena diplomacia brasileña, la de Celso Amorim y Samuel Pinheiro Guimarães. Jubilada del servicio público, permanece atenta a las tramas de la geopolítica internacional, a las disputas por hegemonía trabadas permanentemente entre las grandes potencias, y ejercita el hábito de estudiar el hecho político perforando su epidermis; no se contenta con las apariencias.
Su testimonio sobre el conflicto en curso en Ucrania, además de desintoxicado, libre que es de los condicionantes ideológicos de las máquinas de comunicación hegemónicas/occidentales, resulta de un profundo conocimiento de la historia de los países puestos en conflicto, tanto los que están en los campos de batalla como los que luchan por medio de interpuestos ejércitos.
Nuestro objetivo es concurrir con un mínimo de inteligencia a la mediocridad general de los análisis dominantes en la prensa brasileña, periférica y dependiente, que induce al pensamiento binario, maniqueísta. El análisis es reemplazado por un juicio de valor separado de la realidad fáctica, que nos obliga a responder preguntas como: "¿De qué lado estás?" Seguramente una pregunta más provechosa sería: "¿En qué mundo usted quiere vivir?"
En este caso, hay que creer que "un mundo multipolar" debería ser parte de nuestra respuesta. Teniendo eso en mente, quizás podríamos mirar las movilizaciones de EE.UU., UE, Rusia y China en el tablero geopolítico, más allá de idealizaciones y caricaturas, y buscando esbozar algo identificable como "interés nacional".
La diplomática encabezó nuestra representación en Moscú, donde vivió de 1995 a 2001 y así se hizo observadora privilegiada, acompañando el período de debacle del imperio soviético y el ascenso de Vladimir Putin. A continuación, un resumen de la entrevista, que puede leerse en su totalidad en Diplomatique

Outras Palavras
La embajadora Thereza Quintella
¿Por qué la guerra?
Quintella abre la conversación invitándonos a identificar, además de los comunicados oficiales, las motivaciones que llevaron a Rusia a invadir Ucrania, dando inicio a una guerra que, después de todo, se venía insinuando desde al menos 2014, y hoy involucra directamente a Europa, vertiendo sus consecuencias, como mecha de pólvora, en prácticamente todo el mundo.
En Occidente, casi todas las hipótesis con alguna plausibilidad fueron admitidas. Para muchos analistas, la intervención rusa o la "operación militar especial", según el eufemismo de Putin, sería una respuesta al incumplimiento ucraniano del Protocolo de Minsk negociado por Alemania y Francia en 2015 e ignorado por Ucrania;[1] hay quienes la ven como represalia por los ataques ucranianos contra las provincias separatistas (pro-rusas) de Lugansk y Donetsk. Finalmente, hasta el simple derrocamiento de Volodymyr Zelensky fue enumerado como el leitmotiv del impulso guerrero de Putin.
Esas interpretaciones, complementarias, no salen en las hojas y en los periódicos nacionales, muy principalmente en los medios electrónicos, como los periódicos de la Red Globo : nuestros medios, haciendo asesoría de prensa - aparentemente, gratuita - de la OTAN, y, Por lo tanto, evitando la complejidad del tema, golpea diariamente la tecla de que lo que vemos es una agresión rusa totalmente injustificada, llevada a cabo por un facínora (para perplejidad de EEUU y YO, que, como sabemos, siempre se dedicaron a cultivar flores). En las izquierdas, hay los que creen en la existencia de un imperialismo ruso en nuestros días... y así sucesivamente. El Protocolo de Minsk es desconocido para casi todos los que comentan el conflicto. En la guerra de narrativas, Rusia fue derrotada con rapidez impresionante - al menos en dicho Occidente.
La embajadora señala como factor decisivo para la invasión de Ucrania por Rusia el aún no consumado ingreso de Kiev en las filas de la OTAN, una alianza militar hostil cuya marcha hacia sus fronteras Moscú siempre ha visto como una amenaza real a su seguridad.
Tendríamos, por tanto, un conflicto que se remontaría a la Guerra Fría, jamás resuelto, incluso después de la caída del muro de Berlín y el suicidio de la URSS - caso único, en toda la historia, de la caída de un sistema político sin un solo tiro. Quintella encontrará la motivación de la guerra en el expansionismo de la OTAN: la estrategia de la alianza militar liderada por EEUU no es/sería hecho nuevo, sino la recuperación de Rusia, especialmente bajo Putin, a quien muchos occidentalizadores atribuyen sueños czarinos/imperiales. [2] Veamos cómo la diplomática nos instruye:
"La inconformidad con la expansión de la OTAN hacia el Este viene siendo explicitada - con creciente vehemencia a medida que Rusia se fue fortaleciendo - desde el anuncio, en la última década del siglo pasado, de la adhesión a la OTAN de los tres primeros países del Este Europeo (Hungría, Polonia y República Checa)."
Los rusos, además, consideran el expansionismo de la alianza militar "una violación de compromiso asumido por el presidente de Estados Unidos, George Bush (padre), con el presidente de la URSS Mikhail Gorbachev, en 1990, para que él aceptara la unificación alemana, y de que la única expansión que habría sería la incorporación del territorio de la extinta República Democrática Alemana".
La embajadora recuerda que no fueron pocos, en Estados Unidos, los críticos de ese expansionismo. Cita, en ese sentido, celebrado artículo del ex secretario de Estado Henry Kissinger, de 2014 (The Washington Post, 5/3/2014) y otro del filósofo y lingüista Noam Chomsky, que, en contra de la política de Joe Biden, aboga por una solución negociada al conflicto. Los llamamientos a la vía diplomática se harían más evidentes en Europa. Según Thereza, Francia, Alemania e Italia "quieren que los rusos y los ucranianos se sienten a la mesa de negociación lo antes posible y lleguen a un acuerdo que ponga fin a la guerra, aunque eso signifique que Ucrania haga concesiones territoriales", también defendidas por Kissinger, ahora, hablando en mayo al Foro Económico Mundial de Davos.
Las amenazas de los halcones
En contraposición a los que abogan por la sustitución de la guerra por la vía diplomática (que al inicio de las hostilidades habría sido admitida por Zelensky), los Estados Unidos, el Reino Unido y otros países de la OTAN, más deseosos de derrotar a Moscú y castigar a Putin, tenderían a presionar a Kiev para que no negociara, bajo la promesa de suministro de más y más armamento, lo que llevaría al país a seguir sangrando, pero combatiendo a los rusos, "en una guerra de guerrilla que podría arrastrarse durante meses e incluso años, para ello proporcionándole más y más armamento". Sería el precio que pagarían los ucranianos por el aislamiento de Rusia, que tanto le interesa a la geopolítica de los Estados Unidos, desde los tiempos de los enfrentamientos con la URSS. Para Ted Galen Carpenter, experto en defensa y política exterior del Instituto Cato, importante think-tank con sede en la capital de los EE.UU., citado por Thereza Quintella, esta estrategia, sin embargo, "sería un error colosal, pues para Putin la derrota no es opción admisible y, si es necesario, en el intento de alejarla, podría llegar incluso a escalar la guerra al nivel nuclear". A la inferencia del analista se suman insinuaciones de Moscú.
¿Cuáles serían los objetivos de Estados Unidos?
¿Qué pretenden los Estados Unidos en el liderazgo de las acciones de la OTAN? ¿Difundir sus valores por todo el mundo y prepararse para una probable confrontación con China, debilitando a su aliado atómico? ¿O simplemente defender la integridad de Ucrania? Quintella se pregunta "¿Hasta qué punto los Estados Unidos estarían dispuestos a perseguir este último objetivo: incluso a asumir el riesgo de provocar una guerra nuclear?" Moviendo una guerra por poder, Estados Unidos estaría tomando precauciones para evitar la confrontación nuclear. O desastres militares como los que cosechaste en Vietnam y Afganistán. Pero, en cualquier hipótesis, aumentando su radio de influencia política, económica y estratégica.
Columpio
Un balance actual de la guerra dirá que Rusia avanza en el campo militar, controlando hoy cerca del 20% del territorio ucraniano, pero estaría perdiendo la guerra político-ideológica, al menos en el frente occidental. La OTAN surge fortalecida con la probable absorción de nuevos países, antes neutrales, como Suecia y Finlandia, mientras que varios de sus miembros anunciaron la intención de aumentar sus presupuestos militares, como es el caso de Alemania. Crece el armamentismo en una Europa ya peligrosamente nuclearizada, como recuerda Thereza Quintella: "Actualmente, la OTAN tiene bases de lanzamiento de bombas nucleares en solo cinco países europeos: Bélgica, Alemania, Italia, Holanda y Turquía . Un sexto país europeo pronto estará entrando en ese rol: Gran Bretaña, donde una base estaría en construcción". Concluye: El armamentismo, al que se asocia Japón, vendrá, necesariamente, "fortalecer aún más la industria bélica de EEUU, la gran beneficiaria del conflicto".
El hecho objetivo, es que tenemos, delante de los ojos, en la práctica, una guerra entre la OTAN (léase los EE.UU.) y Rusia por un Estado interpuesto, Ucrania. La interpretación de que ese es el verdadero marco de esa guerra es que ha provocado el apoyo del pueblo ruso al Presidente Putin en su conducción, en que pesen los fuertes lazos afectivos y culturales que unen a los rusos con los ucranianos. Rusia todavía pierde políticamente, ante la evidente degradación de las relaciones con su vecino. Quintella no trabaja con la posibilidad del acceso de Ucrania a la OTAN en el corto plazo, aunque su solicitud de ingreso ya ha sido formalizada. La neutralidad, observa, es "el único objetivo ruso que Zelensky se ha mostrado dispuesto a satisfacer. Pero es indudable el gran perjuicio causado por la guerra no solo a las relaciones ruso-ucranianas, sino también ruso-europeas". Este mayor deterioro también se aplica a las antiguas repúblicas soviéticas, hoy las más refractarias a Moscú.
Las limitadas consecuencias de las sanciones económicas
Para la ex embajadora brasileña en Moscú, las sanciones económicas no habrían producido, hasta ahora, el efecto deseado de provocar una grave crisis económica que forzara a Putin a desistir de la guerra: "el lento ritmo de aplicación de las sanciones, la expansión de las principales exportaciones rusas - petróleo y gas - a precios más elevados debido al aumento de la demanda internacional, y las medidas internas adoptadas por el Banco Central ruso, permitieron revertir la situación crítica y la vida volvió más o menos a la normalidad. Días atrás el Banco Central anunció el retorno de la tasa de interés al nivel de 9,5%, el mismo de febrero". Contrariamente a lo esperado, "el esfuerzo de guerra ruso ha sido financiado por el significativo aumento del saldo de la balanza de pagos provocado por la caída de las importaciones procedentes de Occidente, y el aumento, en volumen y valor, de las exportaciones de petróleo y gas a los países europeos. En el primer cuatrimestre de 2022, el saldo de la balanza comercial fue de US$ 96 mil millones, más que el triple del valor alcanzado en el mismo período de 2021". Quintella, sin embargo, prevé mayores dificultades para Rusia a partir del próximo trimestre, con el agravamiento de la recesión y la caída del PIB, cuya recuperación dependerá de la velocidad con que se efectúe la sustitución de las importaciones procedentes de Occidente.
Las consecuencias de las sanciones, sin embargo, no perdonaron a los Estados Unidos, y mucho menos a la Unión Europea: "A corto plazo, las economías más afectadas fueron las de la Europa continental, fuertemente dependientes del petróleo crudo, del gas y del carbón que importan de Rusia. En el Reino Unido, la inflación anual alcanzó el 9%, su valor más alto en los últimos cuarenta años, y el precio de la gasolina batió el récord. Los intereses han sido elevados por las autoridades monetarias, y se espera un aumento de la tasa de desempleo. En Estados Unidos, la inflación anual acumulada alcanzó el 8,6% a finales de mayo". Según The Guardian, añade Quintella, la perspectiva de los países más pobres no es de estancamiento, sino de hambre (not stagnation, but starvation).
Los observadores de la economía mundial predicen desaceleración e inflación, que ya ataca a Estados Unidos imponiendo el aumento de los intereses, lo que repercute en todo el mundo capitalista, principalmente entre los países periféricos.
Las sanciones económicas y políticas como arma de guerra, utilizada por los Estados Unidos para desestabilizar regímenes políticos de su desagrado, han producido en Rusia el efecto contrario al buscado, pues han contribuido al aumento del apoyo popular a la guerra y a Putin, lo que no representa ninguna novedad. Anatol Lieven, científico británico de los más respetados, sacado a colación por Thereza Quintella, advierte: "No debemos olvidar que en la gran mayoría de los casos en que Washington recurrió a sanciones económicas con el objetivo de provocar cambio de régimen - Cuba, Venezuela, Irak, Irán y Corea del Norte - esa estrategia fracasó" (Responsible Statecraft)
China y el nuevo orden mundial
Cualquiera que sea el resultado de la guerra en curso, afirma Quintella, habrá una clara ventaja para China y su proyecto de mediano plazo, que apunta a la disputa de la hegemonía de un nuevo orden mundial que comienza a delinearse. La embajadora recuerda el contraste entre la visita de Mao Zedong a Moscú en 1949 - cuando fue a pedir a Stalin apoyo para el país empobrecido, que recién salía de los esfuerzos de la guerra contra el
Japón y del propio conflicto interno -, y la situación actual, en que Rusia se coloca, de una manera u otra, como deudora y tributaria de una China extremadamente poderosa en las esferas tanto política como económica. Las proyecciones posibles indican un sensible cambio en la política exterior rusa, que, en la medida en que se ve hostilizada por Europa, más avanzará hacia el acercamiento con Eurasia, liderada por China, y el mayor intercambio con las economías de los BRICS, ya anunciado por Putin. A propósito, Quintella, comentando el aislamiento ruso, recuerda que, "a excepción de Japón y Singapur, todos los países de Asia se negaron a adoptar sanciones económicas contra Rusia, a pesar de la fuerte presión que sufrieron de Estados Unidos y de los países europeos de la OTAN". Este hecho, continúa la embajadora, es indicativo de que Moscú no encontrará dificultades para estrechar sus lazos con Asia, "en la búsqueda de nuevos mercados para sus exportaciones y cooperación tecnológica para sustituir el know-how perdido con el abandono de su territorio por las empresas norteamericanas europeas".
Concluye indicando el resultado de la disputa de los gigantes: "La tendencia de la balanza geopolítica mundial es inclinarse hacia el lado asiático: China saldrá fortalecida".
Roberto Amaral es escritor y ensayista, ex-ministro de Ciencia y Tecnología( 2003/2004). Es autor de Historia del presente: conciliación, desigualdades y desafíos (Edición Expresión Popular).
Pedro Amaral es maestro en relaciones internacionales y doctor en letras por la PUC-Rio
Traducción: João Baptista Pimentel Neto
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