Solo el rugido fuerte del pueblo puede asegurar la democracia, derrotar el proyecto militar-empresarial protofascista
Sería un suicidio confiar al sistema la supervivencia del proceso democrático, del que depende el avance de las fuerzas democráticas y progresistas
Falta el rugido del pueblo"
Manuel Domingos Neto
Finalmente, "liberales" de los más variados acentos salieron de su burbuja y salieron a la superficie con la nueva "Carta a los Brasileños", bienvenida y aplaudida; fueron acompañados de manifiestos de empresarios, de banqueros y de los inquilinos de la Avenida Paulista. La única ausencia notable se debe al Consejo Federal de la Orden de los Abogados de Brasil. En contra el manifiesto protofascista de los grileiros de la Confederación Nacional de la Agricultura.
La reciente pulsión democrática, cuyo epicentro fue la vetusta facultad de derecho de la USP, tuvo continuidad en la simbología de la posesión del nuevo presidente del TSE, procedimiento burocrático, protocolar, transformado en acto político. Registro, confiando que no caerá en el vacío, el discurso del ministro Alexandre Moraes: directo, claro, sin las tergiversaciones parnasianas de su predecesor.
La reacción democrática fue muy bien recibida por la gran prensa. Habló el piso de arriba, y esta vez en defensa de la soberanía del voto, por la cual tanto se baten, hoy más que nunca, las izquierdas y las fuerzas progresistas de un modo general. Lo que se suele llamar "sociedad brasileña" dice a los bulliciosos ministro de defensa y comandante del ejército que no será admitida la anunciada tentativa de cuestionamiento del proceso electoral. Y el candidato del proyecto militar-empresarial protofascista, desplazado y obligado, fue advertido de que la justicia electoral, tan comprometida con las irregularidades del proceso de 2018, esta vez estará vigilante en cuanto a las amenazas de perturbar la campaña electoral. Esperamos que así sea.

Foto: Ricardo Stuckert
Lula habla en comicío en la Plaza de la Estación, en BH, el jueves, 18-08.
En fin, habló el piso de arriba.
La novedad es beneficiosa, he aquí que el histórico de intervenciones del baronato en la vida política brasileña desprecia el sesgo legalista. No será demasiado recordar el 1º de abril de 1964. La viabilidad del golpe militar se derivó de la participación activa de los liberales de las arcadas del Largo de São Francisco, del empresariado y de la gran prensa, además de la notoria y bien documentada intervención del Departamento de Estado de Estados Unidos y de su execrable CIA. Como es sabido, el Estado de São Paulo, líder de la "prensa liberal", funcionó (a través de Júlio de Mesquita) como centro recaudador de recursos junto al empresariado, que, ya en la dictadura, financió la famosa "Operación Bandeirantes", centro militar-policial de tortura y asesinatos.
Al lado de los Mezquitas actuaba el notorio Adhemar de Barros. Está registrado en las memorias del General Cordeiro de Farias (Camargo-Góes. Diálogo con Cordeiro de Farias. Nueva Frontera, 1981, pp 552-3). El primer día de la fractura del régimen, el golpe fue recibido por el presidente del STF, ministro Ribeiro da Costa, después del acto arbitrario del presidente del Congreso, senador Auro de Moura Andrade, declaratorio de la vacante de la presidencia, cuando era notorio que Jango estaba en Rio Grande do Sul, donde sería instado por Leonel Brizola a una resistencia que por segunda vez refundó. Es decir, todas las instancias del poder participaron del golpe. Es así, y solo así, que los golpes tienen éxito y se consolidan.
En los preparativos de 2016 (y, a partir del juicio político, de la tragedia programada de 2018), teniendo como telón de fondo el silencio de los liberales, la omisión de los "demócratas" y el apoyo de los autodenominados "socialdemócratas" (el "centro" que ha sido, siempre, en la política brasileña, una variante de la derecha), la articulación golpista no fue diversa, ni otros sus agentes.
En sus lamentables memorias, el general Villas Bôas narra sus entendimientos con el vicepresidente perjuro, aún como comandante del ejército en el gobierno Dilma, en las articulaciones golpistas. El sabotaje del Departamento de Estado llegó al colmo de intervenir en Petrobras y pinchar el teléfono de la presidenta de la república! Actuaba el gran capital, temeroso de lo que suponía ser la emergencia de los humillados y ofendidos, de los desheredados de la tierra y de la ciudadanía.
¿Quién operó el golpe? Los herederos de la colonia latifundista y esclavista, el pasado que aún nos moldea, decantado por Gilberto Freyre como idilicamente patrimonial, ibérico y católico: los capitanes de la gran prensa (cuya vuelta hoy saludamos); la FIESP, encabezada por un cabildero despreciable; la connivencia de juez inescrupuloso y fiscales deshonestos (sobre los cuales pesa denuncia de corrupción dictada por el plenario del TCU) con la gran prensa y el poder judicial en sus diversas instancias.
Para asfaltar el camino que llevaría a la elección del genocida - impune gracias a la solidaridad de un congreso pusilánime, auxiliado por un procurador general de la república sin compromisos con el orden constitucional -, fue decisiva la actuación del STF (en la preparación del golpe y en la decretación de la inelegibilidad de Lula).
La justicia, genuflexa, no carecía más de amonestaciones, pero el comandante del ejército cuidó de decir como el STF debería votar en el habeas corpus impetrado por la defensa del PT. Como se sabe, fue atendido.
Al papel del ejército, lamentablemente reincidente, se debe, además, el único registro de gesto digno que se puede atribuir al capitán: inmediatamente después de la toma de posesión en la presidencia, agradeció de público al general Villas Bôas por los servicios prestados a su elección.
Prensa, gran empresariado, ministerio público, poder judicial no midieron manos, pues llegaron a la ignominia de la prisión ilegal de Lula, de la cual son cómplices.
Estas observaciones pretenden poner de manifiesto una obviedad que, sin embargo, hay que recordar a las fuerzas populares: si, pasados estos duros años, tenemos lo que celebrar en la apertura de la campaña electoral, hay que tener en cuenta que aún no hemos cruzado el Rubicón.
Todavía hay al menos dos tareas inconclusas: la garantía del proceso electoral libre y la elección de Lula. Por una y por otra hay que luchar todos los días hasta la última hora. Solo entonces podremos superar los desafíos que perseguirá el nuevo gobierno, que enfrentará la resistencia, el sabotaje y la insurgencia protofascista permanente, la radicalización reaccionaria de las fuerzas armadas, de las instituciones policiales y de las milicias, además de la composición conservadora y reaccionaria del próximo Congreso, sin duda aún más conservador y reaccionario que el actual, deformado por la corrupción de origen: la manipulación del poder público puesto al servicio de la elección de los secuaces del bolsonarismo.
Saludemos, repito, la reacción de sectores ponderables de la clase dominante y la anunciada disposición de resistencia institucional a la revuelta neofascista. Pero sería un suicidio confiar al sistema la supervivencia del proceso democrático, del que depende el avance de las fuerzas democráticas y progresistas.
Las elecciones son fundamentales y las izquierdas apuestan por ellas, pero la consolidación de la actual democracia y su profundización con vistas a la justicia social no son, ni jamás fueron en toda nuestra historia, mera consecuencia del orden institucional. Dependemos, como siempre, pero ahora más que nunca, de la movilización popular.
Dependemos de que las izquierdas comprendan que, si la conquista del voto es fundamental, no es, sin embargo, fin único del proceso electoral: toda elección, para la izquierda, y esta más que cualquier otra, es el momento privilegiado de la organización popular, de la politización de las masas y del proselitismo socialista. Jamás la clase dominante, o el cuartel, su brazo armado, fueron garantes de la democracia, de los derechos individuales, y del imperio del orden constitucional.
Mucho menos de justicia social. Solo grandes masas organizadas y movilizadas, en la campaña, en el pleito electoral y en la defensa de principios políticos, pueden enfrentar la amenaza protofascista, el atraso, la alienación. Solo la organización popular puede asegurar gobiernos democráticos, comprometidos con la soberanía nacional y la lucha contra las desigualdades sociales.
Fue la movilización popular que 1961 impidió el golpe que pretendía impedir la toma de posesión de João Goulart y en 1985 (tras la campaña por las elecciones directas) abrevió el ciclo militar. Pero la movilización popular sigue siendo la gran ausencia del escenario político actual, y no hay señales de que la campaña de Lula-Alckmin la elija como su eje táctico-político.
Solo el rugido del pueblo, "un rugido lo suficientemente fuerte como para dejar salvadores de la patria de cola entre las piernas", como observa el profesor Manuel Domingos Neto, puede asegurar la democracia, derrotar el proyecto militar-empresarial protofascista y, mañana, garantizar el gobierno de Lula. Pero, aislado, el "rugir del pueblo", punto de partida, puede conducir al vacío político - como en 1954 en las horas siguientes al suicidio de Getúlio Vargas y en 1961, cuando el levantamiento popular se cerró que había asegurado la posesión capenga de Jango se encerró en el fraude de la enmienda parlamentaria -, si no desaguar en la organización de las fuerzas populares. En aquellos momentos, como ahora, les faltó, como nos falta ahora, la dirección de partidos revolucionarios.
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Los militares y el 7 de septiembre - Informan los periódicos que el ministerio de defensa, atendiendo a exigencias del capitán, suspendió, en el año del bicentenario de la independencia, el tradicional desfile en la avenida Presidente Vargas, en Río de Janeiro. El acto "cívico-popular" será sustituido por un desfile de tropas en Copacabana, animando comicio electoral del presidente candidato a la reelección. ¿Que aún nos reservan los generales en términos de degradación corporativa?
Facínora impune - El despreciable mayor Curió pasa a integrar la extensa galería de los facínoras impunes de la dictadura, al lado del delegado Fleury y del brigadier Burnier. Y de tantos y tantos otros, cientos, como los asesinos de Mário Alves, Vladimir Herzog y Stuart Angel, y los torturadores de Jacob Gorender y Apolonio de Carvalho.
Solidaridad - Nunca será tarde para dar solidaridad al escritor Salman Rushdie y repudiar la bestialidad religiosa.
Roberto Amaral | escritor y colaborador de Diálogos del Sur
Con la colaboración de Pedro Amaral
Traducción | João Baptista Pimentel Neto
Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente la opinión de Diálogos del Sur